El Legado de Boric: Desmovilización, Blindaje Neoliberal y Vía Libre al Triunfo de Kast y las Nuevas Derechas Populistas y Radicales

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El triunfo electoral de la ultraderecha, encarnada en la figura de Kast, no es una simple ni mera contingencia, sino la consecuencia histórica inevitable del proceso de restauración impulsado tras la Revuelta Popular y protagonizado por prácticamente todo el bloque de partidos en el poder y respaldado por las élites y los grandes grupos económicos que dominan estos territorios. Este resultado confirma nuestra tesis: el gobierno de Boric jamás fue una alternativa de cambio o transformación ni tampoco el dique de contención de la avanzada de la ultra-derecha o fascistoide; todo lo contrario.

La administración del FA-PC y Socialismo Democrático (Boric) no fue un dique de contención contra el fascismo en ascenso, sino el agente catalizador de su fortalecimiento histórico. Gran parte de los pueblos y sectores populares cifraron su esperanza en que este gobierno lideraría cambios sustantivos hacia una vida mejor, especialmente en la dimensión material y económica, además de lo simbólico. Este deseo profundo de cambio de condiciones de vida fue lo que le dio la legitimidad inicial; era la respuesta a 30 años de injusticias, indignidad, explotación y marginación; y la vía abierta luego de la Revuelta Popular y el encauce institucional por el cual ella tomó curso.

El resultado, sin embargo, fue la frustración masiva y la derrota. La gestión de la “izquierda” no solo abandonó la agenda de cambios, sino que avanzó en sentido contrario. En los hechos, el gobierno se dedicó a la desmovilización social, a blindar y consolidar el modelo económico buscando contentar a los dueños de este país y sus agentes políticos. Esto se tradujo en acciones concretas como el rescate de las ISAPRES, el refuerzo del modelo de financiamiento de la educación mercantil mediante el FES, el abandono programático de reformas estructurales como la desarticulación de las AFP. Además, se evidenció la capitulación en la agenda “feminista” del Ministerio de la Mujer, al no presentar desde un principios una Ley de Aborto Libre clara y consistente, entre múltiples cosas más.

Simultáneamente, impulsó la extensión del Estado policial, re-legitimando políticamente a las policías y destinando inyecciones de recursos económicos nunca antes vistas. Este reforzado Estado policial, que ha mostrado un total fracaso en el combate a la delincuencia organizada y común, sin embargo, se ha desplegado con fuerza contra el movimiento de pobladores (sobre todo tomas de terrenos), estudiantes secundarixs y otros sectores que han demandado aquello que este mismo gobierno había prometido. Esto se sumó a la militarización del Wallmapu, profundizando la criminalización de la lucha mapuche a niveles jamás vistos luego del fin de la dictadura.

La ilusión rota de la clase trabajadora —una ciudadanía votante des-ideologizada (pero no despolitizada), que estaba profundamente resuelta a apoyar cualquier iniciativa que prometiera mejorar sus condiciones materiales de vida de forma inmediata— terminó por fortalecer las opciones más populistas y radicales de las derechas. El vacío, la desesperanza y la frustración generados por la “traición” de la izquierda institucional y su renuncia a las demandas de la Revuelta fueron capitalizados de manera efectiva por la reacción.

Este fracaso, fraguado en el obvio devenir del gobierno de Boric, golpea de manera transversal a todo el llamado bloque “progresista” y a la izquierda tradicional en este momento. Pero debemos ser claros: para el conjunto de los pueblos, la derrota y la percepción de “traición” programática y práctica no distingue banderas de tan manera nítida como quisiéramos. Y también debemos reconocer que, como campo revolucionario en sentido amplio, tampoco hemos sido capaces de capitalizar sustantivamente el descontento y la rabia de clase frente a esta evidente agravio.

Dado ello, el desafío que se nos presenta por delante es enormemente importante y complejo: primero, significa luchar contra la profunda desilusión y frustración que impera en la base popular y de clase; segundo, implica enfrentar a una derecha sumamente fortalecida y autorizada por el resultado electoral a pasar a la ofensiva en múltiples ángulos; y tercero, resistir la avanzada política que el “bloque progresista” intentará para recuperar el terreno perdido entre los pueblos, la clase trabajadora y los movimientos sociales y populares. Todo esto se dará en medio de la crisis de credibilidad y legitimidad del sistema de partidos, las élites e incluso del propio modelo; aquella misma que desató el estallido y la revuelta. La reconstrucción de la hegemonía capitalista exige la capitulación política de los pueblos y el ahogamiento de su hambre por justicia y dignidad, cuestión que, a pesar de los reveses, no vislumbramos de ningún modo.

En nuestra perspectiva, el horizonte táctico para revertir esta situación pasa por la organización clasista y de masas en torno a la movilización radical. Dicha movilización debe articularse central y prioritariamente contra la creciente pauperización de la vida y en torno a las reivindicaciones históricas y contingentes de los grupos sociales, franjas y sectores amplios más afectados por la explotación económica, opresión social y dominación política. En el marco de ese esfuerzo, nuestra perspectiva estratégica cobra total sentido, pues justamente se trata de trabajar en forjar la fuerza clasista de los pueblos y lxs trabajadorxs, en la acción directa y en el camino de la construcción de un Movimiento Popular Autónomo en los territorios y frentes de lucha, al margen y en confrontación directa con la política de los ricos, contra el Capital, el Estado y el Patriarcado.

¡Acción Directa contra el Capital, el Estado y el Patriarcado!

¡Por un Movimiento Popular Autónomo!

 

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