1. Existe un conjunto de condicionantes materiales que determinan, en las actuales coyunturas de luchas de clases, una profundización del malestar popular, un clima de irritación social en alza, un descontento con el modelo económico-social capitalista y un rechazo abierto y transversal hacia todos los sectores políticos en el poder burgués y el sistema político de dominación en su conjunto, así como unos niveles de desconfianza hacia las élites -políticas y económicas- que no tienen precedentes cercanos en la historia chilena, por sobre incluso de cómo se encontraban hacia la Revuelta Popular de 2019.
Solo por nombrar unos pocos datos que sustentan este argumento, de acuerdo a estudios de la Fundación SOL, tenemos un aumento de 23,9% en el costo de la canasta básica de alimentos a inicio de este 2023 -acumulado en 12 meses-, pensiones para “nuevos pensionados” el 2023, habiendo cotizado entre 35 y 40 años, que en la mitad de los hombres equivale a 76,7% del salario mínimo, y en igual condición para la mitad de las mujeres, la pensión percibida equivale a 73,4% del salario mínimo; el 42,2% de las mujeres que viven en Chile se encuentran en pobreza; y un déficit habitacional país que se eleva a las 650.000 viviendas según lo declarado por el propio gobierno. A su vez, incluso encuestas burguesas como la MORI arrojan que al preguntarse a la población el sentimiento que le produce la política el 2023, un 68% dice que le genera desconfianza en primer lugar, un 48% disgusto y un 37% irritación, configurando el sentimiento más negativo hacia la política en 30 años.
Claro está que en estas coyunturas post Revuelta y post Rechazo, aquellos malestares, descontentos y hostilidades populares se están manifestando, principalmente, de forma conservadora y reaccionaria, al contrario de como se expresaron a finales de 2019 de manera subversiva.
La explicación del por qué de este viraje del péndulo radica, precisamente, en la derrota de un movimiento de Revuelta Popular, el fracaso estrepitoso de la estrategia constituyente que los sectores dominantes impusieron en 2019 como única y última medida posible para frenar la Revuelta y canalizarla institucionalmente, y la sensación por parte de los sectores más conservadores y reaccionarios de derecha del poder burgués de que son triunfantes, puesto que -efectivamente- consiguieron apagar la Revuelta Popular y desmovilizar y, dos o tres años más tarde, mantener intacto tanto el patrón de acumulación capitalista -modelo económico- como el aparato institucional democrático burgués -régimen político-, las instituciones políticas burguesas -el parlamento, los partidos políticos, el Poder Judicial, etc.-, hasta la Constitución Política que en noviembre de 2019 aceptaron sacrificar a cambio de mantener con vida la República chilena como tal.
Lo anterior da por resultado que, en este instante, abundantes sectores de la clase trabajadora presentan volcados sus intereses en torno a los reclamos al Estado por seguridad y el combate a la delincuencia y el narcotráfico -reclamo que asoma, cada vez más, rasgos verdaderamente bélicos, con pertrechos y maquinarias de guerra, etc.-, una recuperación inusitada del apoyo social hacia Carabineros y las fuerzas represivas -con total y absoluto respaldo institucional, partiendo por el gobierno de Boric-, una desaprobación creciente a la movilización popular y al ejercicio de la protesta violenta y radical, un rechazo muy pronunciado a la movilización y las causas emancipatorias del Pueblo Mapuche, particularmente a su corriente autonomista y revolucionaria, un rechazo a los planteamientos feministas, pro-aborto y de las disidencias sexuales, una hostilidad brutal hacia la inmigración, particularmente la venezolana, colombiana y haitiana, entre otras expresiones de similar cariz.
La situación descrita sobre una subjetividad popular actual ocasiona que el descontento, la hostilidad y la violencia de la que partimos hablando, en la presente coyuntura de lucha de clases, no se dirija fundamentalmente hacia las instituciones, los personajes y los símbolos del poder burgués, como lo fue en la Revuelta, sino que se dirija hacia y entre los propios explotados y oprimidos, el Pueblo Mapuche, las poblaciones migrantes de América del Sur y el Caribe, las mujeres y las disidencias sexogenéricas de la clase trabajadora, los núcleos familiares, las infancias y las adolescencias populares cada día más desamparadas y marginadas de una adecuada educación, un ambiente de protección y un sistema de oportunidades para un desarrollo personal integral, así como, en fin, el conjunto de los sectores sociales totalmente excluidos de la sociedad mercantil, esa gran masa trabajadora que ni siquiera pierde el tiempo en buscar trabajo “formal” y simplemente subsiste el cotidiano, en la más completa desvinculación orgánica con los frutos de la sociedad burguesa.
Por cierto, casi toda esa gran masa, cuando fue obligada a votar por la propuesta de nueva Constitución Política votó Rechazo, porque detesta los juegos de la casta en el poder burgués, no les cree, no se identifica en ello, no la interpreta, no se siente parte ni ha sido parte nunca de la democracia y no confía en que todo eso represente, ni ahora ni más adelante, soluciones concretas a sus problemas vitales más sentidos de carácter material. Ese es parte del drama de la post Revuelta o contra Revuelta.
2. Respecto del reflujo de la movilización popular que atravesamos, el cual es un hecho de la causa para cualquier análisis de coyuntura, en este preciso momento pensamos que podemos hablar de una suerte de depresión política por parte de la clase trabajadora y los sectores populares movilizados, en el sentido de que hay un manifiesto y persistente decaimiento anímico y la agresividad social, las frustraciones e impotencias se dirigen, como decíamos arriba, contra sí mismos, difuminándose el enemigo de clase y remontándose la percepción social, barrida y superada momentáneamente durante la Revuelta, de que la realidad social de clases sería imposible de transformar.
Ahora bien, nos parece relevante enfatizar en qué consiste, en el fondo y en concreto, dicho fenómeno de reflujo o depresión política. Al respecto, afirmamos que en los sectores de avanzada de la clase trabajadora y los sectores populares dispuestos a luchar contra el enemigo de clase por transformar la realidad social ocurre actualmente, de forma momentánea, un fenómeno de encierro respecto de las cuestiones estratégicas, relacionadas con las formas de lucha popular sostenidas en el tiempo -como proceso histórico-, las formas de organización popular y de clase perdurables y con perspectivas de poder, los modos de la acumulación de fuerzas de clase, las concepciones sobre el enemigo de clase y la organización política del Estado burgués, los contenidos programáticos y estratégicos de un proyecto revolucionario de clase trabajadora, etc.
En efecto, sucede que los sectores populares movilizados han quedado trabados y, por consecuencia, desconcertados, agotados y desmoralizados, en una suerte de laberinto estratégico, de encrucijada estratégica sin resolver, dado que existe la sensación -esto se trata fundamentalmente de las subjetividades sociales predominantes- de que a finales de 2019 se luchó con todas las fuerzas y todas las capacidades, poniendo el cuerpo y la vida en una lucha radical con atisbos cuasi insurreccionales y no se triunfó, y luego se intentó generar transformaciones políticas vía democrática, institucional, electoral con el Proceso Constituyente, lo cual tampoco se consiguió, con resultados liquidantes a corto y mediano plazo para vastos sectores sociales dispuestos a la movilización. La encrucijada estratégica consiste, en este contexto histórico, en no visualizarse una respuesta común general acerca de cómo -los caminos, las rutas, eso son las estrategias- conseguir los fines de transformación social buscados por los sectores de la clase trabajadora que luchan, están dispuestos a luchar, apoyan o simpatizan con la movilización popular.
3. El nuevo proceso constituyente se trata de un proceso político que, a todas luces, no permitirá a los grupos en el poder burgués conseguir sus propios fines estratégicos relacionados con la recomposición de bases hegemónicas. Quiere decir, con la producción de determinadas herramientas o dispositivos institucionales a través de los cuales los sectores dominantes ganen -relativamente- en cuanto a legitimidad y validación social, aún así se limite a la mera percepción popular de que quienes ejercen el poder político, dentro de todo, son los grupos adecuados para hacerlo, realizan la actividad política lo mejor posible en términos generales dentro de un contexto histórico concreto y la dirigen, más o menos, en un sentido que resulta ser un consenso social. Con esto no estamos siquiera hablando de la hegemonía de una clase dominante como tal, sino tan sólo de mínimos dispositivos, medios o agentes de hegemonía que doten al sistema de explotación de unos grados de estabilidad social básicos para funcionar normalmente. En este sentido, junto con contener y desarticular la Revuelta Popular, ese era un objetivo estratégico del pacto burgués por una nueva Constitución Política.
No obstante lo anterior, debemos considerar que, en este momento, parte importante de la clase dominante y los sectores más reaccionarios de derecha en el poder burgués están montados en una estrategia de imposición ideológica, de una suerte de guerra ideológica en contra de los lineamientos socialdemócratas y reformistas al interior del propio sistema político, lo que significa básicamente un programa de conservación de las bases de este patrón de acumulación capitalista y, en lo fundamental, este mismo régimen político democrático burgués. Con o sin razón -de acuerdo a su propio programa burgués de derecha-, esa es la apuesta estratégica que están desarrollando en la actualidad, debido a lo cual cabe esperar un atrincheramiento de dichos sectores en la sensación de seguridad -recordemos que se sienten plena y definitivamente victoriosos, con la razón y con el respaldo social- de que las movilizaciones sociales y la Revuelta Popular fueron un episodio desafortunado, puntual, motivado y organizado por grupos subversivos específicos, y no una expresión misma de las luchas de clases desatadas en, desde y por el sistema social capitalista. Por lo cual concluyen que no existe necesidad, para los propios intereses burgueses, de implementar ciertas reformas políticas al régimen político y al patrón de acumulación, por ejemplo, en relación a la asimilación de los Pueblos Originarios por el Estado chileno, a una descentralización efectiva del poder político de las oficinas de Santiago, a una defensa de la “soberanía nacional” en cuanto a los recursos naturales disponibles o a mayores niveles de seguridad social por parte del Estado en las materias de pensiones, vivienda, situación de cesantía, alimentación de los grupos familiares, etc.
4. En relación al movimiento mapuche autonomista nos importa destacar, en coherencia con las lecturas anteriores, la manifestación de una sustancial pérdida de la solidaridad chilena hacia la lucha mapuche y, particularmente, hacia la corriente autonomista, radical y revolucionaria, aquella que está abocada a la acción directa en la recuperación territorial, la ocupación productiva y la confrontación radical contra los intereses del capital y los poderes del Estado de Chile en el Wallmapu. En el contexto, obligatorio de subrayar, que el actual gobierno y los partidos de gobierno que años atrás, así sea declarativamente o de forma simbólica brindaban ciertos niveles de apoyo a las luchas mapuche, aunque sea poniendo en contexto las acciones de recuperación territorial sin justificarlas, hoy dirigen y ejecutan la política represiva -policial y contrainsurgente- más feroz y superlativa que se ha visto desde los 90’ en Chile en el contexto de la represión hacia los núcleos insurgentes del MIR, el FPMR y el Lautaro.
Este panorama condiciona un aislamiento que consideramos bastante crítico para el movimiento mapuche autonomista, volviéndose, también para estos sectores, cuesta arriba el escenario de una lucha estratégica de largo alcance histórico.
Sin embargo, pensamos que -en términos históricos- persiste una continuidad de la fase expansiva de la corriente autonomista por la recuperación y reconstrucción del Wallmapu, abierta hace unos 20 a 25 años. A pesar de que, al día de hoy, se encuentra, a lo menos, contenida y disminuída la actividad concreta de sabotaje y recuperación territorial por la represión y el desarrollo de políticas policiales y contrainsurgentes del Estado. La pregunta del momento es si esta correlación de fuerzas actuales será fundamentalmente una coyuntura reversible en el mediano plazo o si marcará, más bien, una nueva condición histórica caracterizada por el inicio de un retroceso estratégico de las fuerzas emancipadoras mapuche.
5. Finalmente, a pesar del reflujo popular y la situación de depresión política que campea en el campo popular y los sectores movilizados, nos parece de crucial relevancia resaltar que no podemos perder de vista la gran cantidad de núcleos y grupos populares que se encuentran activos, especialmente a nivel territorial, como también a nivel estudiantil secundario -a lo menos dentro de la Región Metropolitana-, resistiendo la condición de reflujo imperante, impulsando agitación política y protestas e intentando generar organización popular, sobre todo en el ámbito de los territorios urbanos, en algunos casos realizando genuinos esfuerzos por avanzar en términos políticos a partir de estas experiencias concretas de organización de clase.
Allí es donde pensamos que existen, vivas, presentes y actuales, las condiciones de flujo para el fortalecimiento y la multiplicación de los sectores de la clase hacia lo que llamaríamos un Movimiento Popular Autónomo y el despliegue de una política revolucionaria con perspectivas a largo plazo, basada en un desarrollo comunitario con arraigo territorial, capacidades expansivas, de multiplicación o generalización de estas experiencias, aptitudes colectivas ascendentes para los ejercicios de autogestión comunitaria y territorial, capacidades e intenciones de generar vinculaciones y articulaciones con otros territorios, iniciativa, seriedad y madurez para llevar adelante el ejercicio de la movilización radical de masas en los escenarios concretos de enfrentamiento de clases, como algunos de los componentes principales de nuestro planteamiento político.
Nuestros énfasis políticos como Liberación están puestos en ciertos ejes estratégicos de acumulación de fuerzas, de desarrollo de fuerza social revolucionaria: en el desarrollo de un movimiento territorial, de lucha radical y acción directa, de organización territorial y comunitaria de clase trabajadora, autónomo respecto de todos los poderes del Estado y el capital, como también de las diversas organizaciones populares, de la izquierda y revolucionarias, horizontal en sus lógicas organizativas, antipatriarcal en todas las relaciones sociales desplegadas, orientado al desarrollo estratégico del Poder Popular; de una política anticarcelaria y contra la prisión política, puesto que consideramos un fundamento programático de una sociedad emancipada la destrucción de todos los dispositivos de control, coerción y represión social, a cambio de medios educativos, de habilitación social y de contención comunitaria de las situaciones que afecten su bienestar; de una política feminista, disidente y de clase, pues concebimos que el proceso revolucionario y la sociedad comunista es fundamentalmente antipatriarcal y anticapitalista y, en este sentido, impulsamos una corriente feminista completametente subversiva y rupturista al interior del Movimiento Popular Autónomo, que combata todos los anclajes sociales y culturales de la sociedad de clases, de las jerarquías estatales y de todo tipo de relaciones sociales verticales, del mando de los líderes y las autoridades en el poder, así como del conjunto de las costumbres y las tradiciones conservadoras cis-hétero-patriarcales; de una política de alianzas internacionales revolucionarias, con miras programáticas y estratégicas a la revolución comunista mundial y la Revolución Latinoamericana a escala regional; y, por último, de una concepción revolucionaria comunista heterodoxa, rupturista con la propia tradición socialista del Siglo XX, creativa, antidogmática, de un comunismo de liberación que, desde nuestra perspectiva revolucionaria, aporta un sentido histórico al enfrentamiento de clases.
¡A fortalecer y multiplicar el Movimiento Popular Autónomo!
¡Por el Comunismo y la Libertad!
Liberación, marzo 2023