Francisco
Militante de Liberación
Noviembre 2022
La seguridad pública se entiende solo en un contexto de relación entre clases. Para los burgueses, esta consiste en el orden y disciplina necesaria para seguir reproduciendo el sistema y resguardar sus riquezas. Mientras que, para la clase trabajadora, la seguridad tiene que ver con nuestra integridad física y psicológica, dentro y fuera del hogar, y la conservación de nuestros poco bienes.
Estas dos ideas se mantienen en pugna, se entremezclan y son transmitida a la población a través de los medios de comunicación de una forma desclasada y sensacionalista. Nos llevan a pensar que los mayores criminales son los migrantes, que no constituyen un sector mayoritario del crimen ni tampoco lo encabezan, mientras que las clases dominantes nos roban derechos, los frutos de nuestro trabajo y si encabezan arremetidas en nuestra contra. Nos llevan a pensar que la violencia al interior de los hogares son un tema diferente a la seguridad de nuestra clase y que la solución a la “criminalidad” se encuentra en el populismo penal.
A pesar de la relevancia de esto para nuestro pueblo, se ha desarrollado un discurso que considera la seguridad pública como un tema exclusivo de la derecha, lo cual ha sido de los mayores errores de las izquierda, ya que nos aleja de abordar una de las consecuencias del capitalismo más sentidas por nuestra clase.
Todavía más grave, es que dentro de la izquierda revolucionaria se escuchen propuestas represivas, policiales en lo específico y que suelen estar revestidas de un componente racista y desclasado.
Se está igualando al migrante con el narcotráfico, cuando este ya existía hace mucho tiempo y cuyo control territorial está en manos de chilenos; se iguala la mafia que permeo el trabajo ambulante a todos los trabajadores ambulantes, los cuales son del sector más vulnerable y muchos son migrantes; se proponen penas de muerte, condenas perpetuas y se aplaude el castigo sexual en la cárcel.
Existe una necesidad de seguridad al interior de nuestro pueblo, es innegable, pero las soluciones no van a llegar de la mano de la policía y los políticos, todo lo contrario, solo se agudizarán las consecuencias y se dejará enraizar las causas. El ejemplo más claro de esto es la llegada de Boric a Yungay y la perpetuación del crimen menor y organizado. Muches vecines de Yungay creyeron que el narco y microtráfico, proxenetismo, robos y violencia disminuyeran con la llegada el presidente al barrio, sin embargo, nada de esto si quiera ha disminuido de forma significativa, es más algunas han aumentado. Claramente, la policía y las cámaras que llegaron al barrio, no son para nosotres, son para resguardar a la cabeza del Estado y realizar tareas de corte contra-insurgente.
Otro ejemplo más histórico es la Legua Emergencia, que lleva intervenida policialmente más de 20 años sin resultados. Solo se reporta violencia y constantes violaciones a los DDHH por parte de la policía, quienes además trabajan junto (no contra) el narcotráfico. No sabría decir si han muerto más personas en dictadura o luego de la intervención policial en La Legua, pero sin duda, se transitó desde una represión militar en la dictadura a una narcopolicial en la actualidad.
Es nuestra tarea, como revolucionaries, desarrollar la organización popular hasta el punto que esta nos permita realizar labores regulares de autodefensa. Solamente con un servicios autónomos del pueblo podemos resguardarnos. Habrá que tener mucho cuidado con la creación de una “policía del pueblo”, porque será un germen de dominación al cual enfrentarse. Más bien, las soluciones corren por el ejercer un control territorial organizado por la comunidad, de manera que se pueda desplazar a quienes nos violentan con o sin uniforme.
Un territorio liberado no da cabida a narcotraficantes que se tomen y envenenen la comunidad, ni a proxenetas que explotan sexualmente, mucho menos a las fuerzas represivas que cada año se llevan más vidas de nuestro pueblo. Una comunidad organizada no plantea un terreno que promueva el robo entre sus miembros, sin embargo, de presentarse un problema de estas características, puede enfrentarlo sin fundar una cárcel, una policía o imponiendo el castigo físico como forma para infundir disciplina.