MIGUEL ENRÍQUEZ: PODER POPULAR, GUERRA REVOLUCIONARIA Y UNIDAD LATINOAMERICANA

“La guerra revolucionaria de clases en Chile, más allá de las características específicas que le confiere la naturaleza histórica del país, no se concibe sino como parte de la insurrección latinoamericana”

Miguel Enríquez, 1965

A primera vista, el legado de Miguel Enríquez se sostiene principalmente en su coherencia política, expresada de manera contundente en la decisión del MIR de mantenerse firme frente a la estrategia reformista, rechazando no solo la invitación a integrar la UP, sino también otras “tentaciones” del poder político y su régimen. Además, el MIR formuló una crítica sólida y constante a la estrategia del allendismo y la UP. Esta posición y perspectiva no solo refleja una convicción política profunda, sino también un claro y decidido desafío al status quo de la época y a las fórmulas políticas hegemónicas y mayoritarias dentro del propio movimiento obrero, popular y campesino en ese momento histórico.

Además, su ética revolucionaria se refleja en su determinación de permanecer en Chile junto a su partido para combatir la dictadura, en contraste con la mayoría de las direcciones de los partidos de gobierno, que optaron por el exilio (comunistas, socialistas, mapucistas, entre otros), renunciando a la resistencia activa y dejando a sus militancias y al pueblo a su propia suerte.

Miguel entregó su vida bajo esta convicción, dedicándose plenamente a la organización y resistencia armada contra una dictadura que, a un año del golpe, ya había consolidado todo su poder. Esta ética de lucha ha sido reconocida e incluso admirada por sus más férreos enemigos de clase y rivales políticos, y su legado permanece vivo hasta el día de hoy.

No obstante, el legado de Miguel y del mirismo histórico es mucho más que un ejemplo de comportamiento ético y moral frente al reformismo y la dictadura.

El MIR en el Contexto de las Insurrecciones Proletarias

El MIR surge en medio del segundo gran periodo de insurrecciones proletarias en la historia moderna de la lucha de clases. El primero de estos periodos se dio durante la época de la Revolución Bolchevique, extendiéndose hasta buena parte de la primera mitad de la década de 1920, con varios intentos revolucionarios que, al fracasar y derivar en contrarrevoluciones, terminaron dando paso al fascismo, al nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Esto ocurrió, irónicamente, en los países donde las insurrecciones proletarias habían alcanzado su máximo desarrollo a través de los consejos obreros y la organización autónoma de la clase trabajadora: Italia y Alemania.

El segundo periodo de insurrecciones proletarias está marcado por una serie de eventos de alcance aún mayor: la guerra de liberación de Vietnam, el Mayo Francés, el movimiento autónomo proletario en Italia, la Revolución Cubana, la resistencia y el triunfo argelino contra la ocupación francesa, la internacionalización de la resistencia palestina, y la agudización generalizada de la lucha de clases en África y Latinoamérica. Este es un periodo extenso que comienza a finales de los años 50 y se extiende hasta la segunda mitad de la década de los 70, cuando las fuerzas reaccionarias, ya sea por la fuerza o a través de la “democracia”, retoman la iniciativa estratégica y consolidan nuevamente su poder, imponiendo un nuevo modelo económico: el neoliberalismo. Pocas excepciones, como la Revolución Popular Sandinista, logran resistir, pero no llegan a revertir ni afectar significativamente la tendencia general de consolidación del poder burgués en la mayoría de estos procesos.

En paralelo, el capitalismo burocrático de Estado de la URSS entraba en su fase de decadencia, mientras el capitalismo chino iniciaba su proceso de profundización definitiva. En este contexto, el MIR surge en medio de una oleada insurreccional cuyo principal referente en Nuestra América era la Revolución Cubana. El MIR buscaba interpretar, traducir y adaptar esas experiencias a la realidad de América Latina y, en particular, a Chile, un país donde el reformismo tenía una influencia especialmente fuerte entre los sectores más importantes de la clase obrera.

El MIR, impulsado por Miguel Enríquez y otros militantes de su generación, desarrolló un proyecto que intentaba recoger la ofensiva proletaria mundial, situándose al mismo tiempo de manera crítica frente al rumbo final de la URSS y del bloque soviético en su conjunto. Esta experiencia, además de haber sofocado por la fuerza el impulso revolucionario del proletariado ruso, había abandonado toda práctica internacionalista en favor de una política de statu quo, expresada en la “coexistencia pacífica” entre las dos potencias en disputa del capitalismo imperialista: la URSS y Estados Unidos.

En este contexto, el proyecto mirista buscaba trazar un camino revolucionario propio, criticando sin romper completamente con el marxismo-leninismo oficial, que emanaba de la URSS como una doctrina esquemática, reformista (y contrarrevolucionaria) e inapelable. El objetivo del emergente mirismo era encontrar una alternativa programática y estratégica para Chile y América Latina, tomando como referencia las teorías y prácticas que la Revolución Cubana estaba desarrollando en ese preciso momento.

La principal condensación de ideas la lleva a cabo Miguel Enríquez con la temprana elaboración de las “tesis político-militares”, que en 1965 articulan políticamente al MIR. En estas tesis, Miguel, inspirado por las iniciativas guerrilleras en el continente, plantea un proceso revolucionario en el cual los pueblos latinoamericanos y sus organizaciones revolucionarias conforman una fuerza heterogénea. Esta fuerza, unificada en un proceso armado, popular y de masas, enfrentaría simultáneamente al capitalismo local y al imperialismo norteamericano, concebidos como una única estructura de dominación y explotación, y no como entidades separadas o con intereses antagónicos (como sí lo consideraba el reformismo).

El mirismo, entonces, se define como parte integrante del proyecto de Revolución Latinoamericana, con el horizonte de construir el socialismo, tomando como referencia el socialismo cubano en su primera etapa (1962-1967), una fase caracterizada por mayor apertura, creatividad y distancia respecto al modelo burocrático soviético. Además, el MIR identifica al reformismo como una ideología incapaz de liderar la lucha por el poder proletario, lo que lo lleva a distanciarse significativamente del Partido Comunista (PC) y del Partido Socialista (PS), así como de las alianzas que estos conformaron, como el FRAP y la UP.

La clave de la estrategia revolucionaria, según Miguel, residía en la construcción de una organización política revolucionaria que, mediante la lucha armada, enfrentara al Estado burgués, al capitalismo y al imperialismo dentro del contexto más amplio de la Revolución Latinoamericana socialista. Esta estrategia se basaba en una guerra revolucionaria de clases, con el objetivo de transformar radicalmente las estructuras de poder y establecer una sociedad socialista fundada en el poder de la clase trabajadora.

Miguel y el mirismo, durante los años sucesivos a la constitución del MIR en 1965 y antes de la victoria de la Unidad Popular, dedican su máximo esfuerzo a materializar sus ideas. Se suceden las escuelas guerrilleras, acompañadas de pequeñas acciones de propaganda armada y una vinculación estrecha con el movimiento de masas chileno, hasta ese momento hegemonizado por el Partido Socialista (PS) y el Partido Comunista (PC).

Lo más relevante, en términos de ideas y práctica política, es que el MIR encuentra su espacio de acción en los sectores más empobrecidos por el capitalismo criollo y “olvidados” por el reformismo tradicional. Surge así la noción de los “pobres del campo y la ciudad” como el sector más proclive a la acción directa de masas y a la tesis de la lucha armada. La razón de esto es relativamente sencilla: la urgencia de un cambio radical en las condiciones materiales de vida impulsa a estos sectores a adoptar una postura más radical. En contraste, los sectores más tradicionales de la clase obrera, que disfrutan de una condición relativamente más ventajosa (respecto a otros sectores explotados), tienden a favorecer caminos institucionales y a respetar, aunque sea de manera relativa, la institucionalidad democrática burguesa.

De manera más concreta, los “pobres de la ciudad”, en el marco de la política impulsada por el MIR, llevan a cabo numerosas tomas de terrenos para construir hogares y desarrollar, de inmediato, nuevas formas de vida y de relacionamiento comunitario. Al mismo tiempo, los “pobres del campo” realizan ocupaciones de terrenos (corridas de cerco) con el objetivo de hacerlos productivos para su propio beneficio, dejando de lado la dependencia de los latifundistas. Todo esto se enmarca en la política que el MIR denomina “acción directa de masas”.

De cierto modo, aunque sin necesariamente definirlo o entenderlo de esa manera, el mirismo impulsa una política de construcción de poder paralelo y autónomo, donde se prefiguran formas de vivir, organizarse y producir que, en el futuro, pretenden generalizarse desde y para toda la sociedad liberada del dominio del capital y del Estado.

Movimiento Popular y Poder Proletario

El triunfo de la Unidad Popular se produce en un momento en que el MIR, clandestino debido a la persecución represiva, aún no tenía una fuerza relevante dentro del movimiento obrero. Sin embargo, ya un importante prestigio entre los pobres del campo y la ciudad, los sectores más dinámicos del movimiento de masas en ese momento, así como entre los jóvenes de la clase trabajadora y los estudiantes, quienes desconfiaban de la estrategia reformista de copamiento gradual del Estado y la transformación democrática del capitalismo. El MIR, si bien no participa activamente en la campaña de la UP ni llama a votar por Allende, reconoce en esa victoria un signo importante de avance en la conciencia popular y una enorme voluntad transformadora entre la clase trabajadora.

Poco después del triunfo de la UP, el MIR sale de la clandestinidad y se vuelca a consolidar su fuerza, aprovechando la ventana de apertura democrática del momento y empujando con más ímpetu su estrategia de acción directa de masas. Además, comienza una preparación mucha más acuciosa de una fuerza militar propia, la que finalmente avanza muy lentamente, y un trabajo político hacía de las fuerzas militares de todas la ramas.

Desde el punto de vista de las ideas, Miguel Enríquez y el MIR dan un salto cualitativo hacia adelante. Durante la campaña electoral de la Unidad Popular (UP), había surgido el concepto de “poder popular”, inicialmente más como una consigna que como una propuesta concreta. Sin embargo, el concepto caló profundamente, y ante los primeros retrocesos de la UP, resurge en el movimiento obrero y popular, pero esta vez con un contenido más definido y propositivo. Para la UP, el “poder popular” se refería de manera vaga a la noción de un poder del pueblo, organizado en torno a la coalición gobernante y el Estado, ahora dirigido por el gobierno de la UP. Sin embargo, para los sectores de clase más avanzados, en este nuevo escenario de contraofensiva burguesa, el concepto implicaba que sería el propio pueblo quien constituiría un nuevo poder, de manera autónoma e independiente del gobierno de la UP.

El MIR, rápidamente, reconoce en este nuevo contenido la base fundamental de su proyecto revolucionario, y la estrategia mediante la cual no solo sería posible enfrentar la reacción burguesa, sino también reemplazar al propio Estado y, a través de ello, avanzar hacia la revolución. Además, esta perspectiva proporcionaba un objetivo inmediato para la política de acción directa de masas, sobre la cual se constituía la fuerza social revolucionaria necesaria para sostener el proceso de liberación. La acción directa de masas no solo era el camino para enfrentar la ofensiva burguesa, sino también para constituir el nuevo poder revolucionario y el medio para reemplazar al Estado burgués en todas su funciones.

Por ese motivo, para el mirismo, el poder popular no solo tenía una función organizativa, sino también productiva, tanto en el campo como en las zonas industriales. El poder popular no se limitaba a ser una estructura de autogestión política, sino que también se concebía como una forma de transformar las relaciones de producción, redistribuir los recursos y gestionar directamente los medios de producción. De esta manera, se buscaba que las comunidades campesinas e industriales, organizadas bajo este concepto, fueran capaces de administrar la producción para el beneficio colectivo.

El Golpe Militar ocurre en un contexto de enormes tensiones y enfrentamientos entre las fuerzas políticas de izquierda y el propio movimiento obrero, popular y campesino. Por un lado, el sector hegemónico de la UP intentaba negociar con los sectores más reaccionarios, buscando evitar una confrontación directa. Al mismo tiempo, el MIR y una fracción de la UP apostaban por el desarrollo del poder popular, y a la preparación de las condiciones materiales para resistir y enfrentar la inminente estocada final de la reacción.

Ética de Combate y Resistencia Popular

Miguel, junto con la parte sobreviviente de la dirección del MIR en los primeros meses de la dictadura, encabezó la reorganización de sus menguadas fuerzas. Durante este período, tanto el Partido Comunista (PC) como el Partido Socialista (PS) no presentaron resistencia significativa al golpe, ni en los primeros días ni en los primeros años de la dictadura. En este contexto, el MIR se convirtió en la única organización política que optó por luchar activamente contra la dictadura, utilizando todos los medios disponibles en ese momento.

El balance de Miguel fue categórico. Hacia afuera, públicamente, responsabilizó de la derrota del proceso revolucionario chileno a la estrategia reformista. Según él, esa estrategia no solo creó ilusiones y falsas expectativas en la clase obrera, sino que además llevó a su desarme. La derrota no sería del socialismo como idea, sino del reformismo como estrategia.

Hacia adentro, internamente, Miguel reconoció la total incapacidad del propio MIR para organizarse como una fuerza político-militar eficiente. También señaló errores relacionados con la vacilación frente a la Unidad Popular (UP) y admitió haber confiado demasiado en el liderazgo de Allende. Desde su perspectiva, el MIR no mantuvo la distancia crítica necesaria respecto a la UP y Allende, lo que llevó a descuidar la construcción de una fuerza militar propia que fuera capaz de enfrentar a la reacción. En cambio, el MIR priorizó el trabajo de masas y la disputa por la dirección del movimiento obrero, popular y campesino, en lugar de establecer una estrategia autónoma que le permitiera consolidar su fuerza y con ello la estrategia revolucionaria basada en el poder popular.

Por último, Miguel reconoció que el MIR no logró consolidar una alianza consistente con los sectores revolucionarios dentro de la propia Unidad Popular (UP), lo que impidió la formación de un Polo Revolucionario alternativo capaz de enfrentar la crisis de dirección en ese momento tan crítico. Su balance fue enormemente crítico respecto a la UP, Allende y el reformismo, apuntando a que la estrategia de negociación y gradualismo debilitó al movimiento popular. Sin embargo, su crítica más dura estuvo dirigida al propio MIR, reconociendo errores estratégicos y tácticos, como la falta de preparación para construir una fuerza político-militar autónoma y el exceso de confianza en el liderazgo de la UP y Allende, lo que impidió al MIR desempeñar un rol más decisivo en la confrontación con la reacción antes y después del golpe.

A partir de ese balance, Miguel propone una nueva política para enfrentar a la dictadura, articulada de manera coherente con sus reflexiones. En primer lugar, el MIR debía reorganizar sus fuerzas para retomar la iniciativa táctica lo más rápido posible, asumiendo una larga guerra de desgaste contra la dictadura bajo la forma de una guerra revolucionaria de clases. La primera etapa consistía en la constitución de una fuerza miliciana de clase (las Milicias de Resistencia Popular), enfocada en la autodefensa y la propaganda armada, que debía ser impulsada y liderada por el MIR, pero sin limitarse únicamente a su militancia.

Desde los núcleos de milicianos organizados, debían surgir fuerzas guerrilleras con mayor capacidad material y cualitativa en la acción armada. Miguel enfatiza que esta estrategia no debía circunscribirse únicamente al MIR como referente político, sino que debía estar liderada por un amplio Movimiento de Resistencia Popular, del cual el MIR solo sería una parte. Este movimiento debería fungir como dirección de la resistencia y como referencia amplia para todos aquellos sectores dispuestos a luchar contra la dictadura militar, independientemente de su grado de acuerdo con el programa mirista. La unidad era fundamentalmente de carácter estratégica.

Además, esta propuesta debía articularse en consonancia con las fuerzas revolucionarias del continente, muchas de las cuales también enfrentaban sus propias dictaduras. En este marco, la Junta de Coordinación Revolucionaria, iniciativa impulsada por el MIR que reunía a partidos y movimientos armados del Cono Sur, cumplía un papel estratégico. Para Miguel, el enfrentamiento, pese a sus características locales, poseía una naturaleza continental e internacionalista. Miguel tenía la firme convicción de que, si el pueblo se organizaba nuevamente y desarrollaba la lucha directa contra la dictadura, esta caería inevitablemente. Sin embargo, también era consciente de que, si la dictadura caía y no existía un poder revolucionario organizado, el resultado podría ser la consolidación de la dominación burguesa una vez más.

***

Sin lugar a duda, el MIR y Miguel son hijos de una época. Por tanto expresaron los límites y posibilidades de su propio contexto histórico. No obstante, una parte relevante o esencial de sus ideas e intuiciones persistente el tiempo y la historia como ecos imposibles de no reconocer.

Por último, queremos señalar algo breve y sencillo. Hay un viejo debate en el mirismo que probablemente jamás se zanjará, pero del cual nos queremos hacer parte: “¿Por qué Miguel no salió del país para reorganizar el partido y la resistencia desde el exterior, como lo hicieron Lenin, Fidel o Ho Chi Minh?” La respuesta es más simple de lo que parece: porque Miguel era Miguel.

Con Miguel Miramos al Futuro

¡Por el Comunismo y la Libertad!

 

Por Núcleo Patricio Sobarzo de Liberación

5 de octubre del 2024

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