Escenarios post plebiscito y proyecciones

El 04/09 fue derrotada, fundamentalmente, la apuesta política constitucional, la estrategia constituyente como vía para conseguir transformaciones reclamadas por la clase trabajadora y los sectores populares. Y no la movilización popular como tal, ni siquiera las izquierdas en tanto tales, si entendemos por aquello las heterogéneas fuerzas sociales de lucha en oposición al sistema de dominación capitalista, patriarcal y colonial.

Reconociendo plenamente la situación de reflujo en que se encuentran los sectores movilizados del pueblo trabajador chileno, así como la situación de extrema atomización, dispersión e impotencia de las expresiones radicales y revolucionarias de la izquierda, consideramos incorrecto generalizar los efectos políticos, sociales, anímicos, de consciencia, etc., de la reciente debacle electoral del Apruebo.

En concreto, los sectores políticamente golpeados corresponden a los reformismos, las socialdemocracias y los liberalismos impulsores de la estrategia constituyente, a partir del mismo 15 de noviembre de 2019 (estamos pensando sobre todo en partidos y coaliciones políticas, el Frente Amplio, el PC y sectores que apostaron por esta estrategia en toda la ex Concertación), y especialmente el actual gobierno, en particular los componentes de Apruebo Dignidad, como alianza que dio origen al gobierno (no se debe perder de vista que el gobierno, cada vez con más fuerza, es realmente una alianza entre Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático, con representantes del PS, PPD y PR en el gabinete, el Comité Político y el mismo Ministerio de Interior). Aquellos son quienes resultan debilitados y, en adelante, obstruidos e incapacitados para volver a desarrollar una agenda democrática de cambios institucionales.

Las fuerzas de la movilización popular, insistimos, por cierto que están atravesando una situación de reflujo, letargo, desorientación, incluso un cierto grado de descomposición que acompaña normalmente estos fenómenos, manifestándose apatías, desconfianzas, desintegración interna, etc. Pero, desde nuestro punto de vista, dicha situación posee un carácter principalmente “coyuntural”, limitado a una temporalidad más bien de mediano plazo y circunscrito, primero que todo, a los efectos desmovilizadores y deteriorantes producidos por la propia estrategia constituyente, desde el 15N hasta el día mismo del plebiscito de salida.

Taponada y agotada esa vía institucional, no nos imaginamos que sobrevienen, inmediatamente, masivas, profundas y radicalizadas respuestas populares de transformación. Pero sí queremos señalar con claridad que se encuentra todavía iniciando un nuevo ciclo histórico, o un nuevo período de lucha de clases desde la Revuelta Popular de 2019, consistente en una polarización de clases mayor, más profunda y más violenta en relación con el período anterior y una exigencia fundamental, por parte de la clase trabajadora y los sectores populares, por obtener mejoras reales en cuanto a las condiciones concretas y materiales de existencia. Dicha situación histórica permanece vigente en las capas profundas de los conflictos sociales, sin alteración sustancial; de hecho, podemos proyectar una línea de aumentos de la polarización social y de clases, sin resolución cercana a la vista. Por lo tanto, estamos diciendo que habiendo fallado una vía en particular, a saber, el cambio de la Constitución Política sobre la base de una Asamblea Constituyente (como hemos dicho, el último y único recurso disponible por parte de las clases dominantes a partir del cual ir rehabilitando la hegemonía burguesa), durante los siguientes meses y años veremos la reactivación y continuidad de nuevas expresiones de lucha popular, de protestas de masas, manifestación del malestar social, organización popular incipiente, etc., con un carácter fundamentalmente directo y violento, en contra de la institucionalidad política burguesa, las instituciones y lugares físicos del modelo de capitalismo en este territorio (supermercados, retail, bancos, AFP, etc.) y orientada a la resolución concreta de necesidades materiales inmediatas.

Las razones de por qué y cómo perdió de forma apabullante la alternativa del Apruebo el 04/09, pensamos que pueden analizarse principalmente en: 

  1. Los amplios sectores populares de la clase trabajadora no vieron en esa opción contenido ni señal alguna de que sus condiciones de vida fueran a mejorar concretamente, por debajo de la cantinela abstracta de promesas al aire que no apuntaban hacia asuntos materiales centrales, como los ingresos económicos, las horas de trabajo, los costos de vida al alza, la generación de un nuevo sistema de pensiones que entregue jubilaciones considerablemente mayores de forma garantizada, un nuevo sistema de salud pública, soluciones habitacionales como política prioritaria de Estado, educación gratuita sin letras chicas ni limitaciones en condiciones educativas aptas para todos los sectores de la clase trabajadora, etc.
  2. El desprestigio generalizado de la Convención Constitucional y de las y los convencionales, como una prolongación y reproducción de la profundísima crisis de confianza que atraviesa a las instituciones de la democracia burguesa representativa, los partidos políticos y las organizaciones políticas transversalmente, dentro y fuera del régimen político burgués.
  3. El contexto social de temor, inseguridad e incertidumbre económica, el cual inclina una tendencia popular (sobre todo en los sectores de la clase trabajadora más pauperizados) hacia “no arriesgar”, especialmente cuando aquello que se ofrece como solución a los problemas sociales no se cree y no se confía.

Ese es el punto central. El tema clave aquí no es que los sectores populares “no entendieran” el texto, no se hayan informado o hayan sido masivamente engañados por los medios de comunicación dominantes, como ofensivamente lo han escupido progres, pequeñoburgueses y “roteadores” (demostrando el profundo desprecio de clase que sienten hacia el pueblo trabajador), sino que las personas no creyeron en lo que la Convención les estaba prometiendo, porque no eran convincentes ni concretas las propuestas políticas, no hacían ver respuestas concretas a necesidades materiales reales ni resultaban confiables, en general, las autoridades convencionales, además, en un contexto social de extraordinaria presión económica sobre los bolsillos y alarmante incertidumbre económica (más los derivados sociales de esta situación fundamental, como los problemas de la delincuencia y el narcotráfico). En ese escenario, de acuerdo a esas percepciones populares, los pueblos eligieron rechazar.

Hay todavía una razón más de fondo acerca de por qué la Convención Constitucional y el proceso constituyente en su conjunto siguieron el rumbo que siguieron. Queda bastante claro al final de ese camino, primero, que fueron fundamentalmente sectores sociales pequeñoburgueses e intelectuales quienes levantaron la bandera de la Asamblea Constituyente al poco tiempo de iniciada la Revuelta Popular, mientras que el malestar social que se expresó radicalmente los primeros 10 o 15 días tenía que ver con un descontento muy concreto hacia el modelo económico, los bancos, las AFP, las millonarias deudas educativas y por servicios de salud, los privilegios burgueses, la sociedad de clases concretamente y las fuerzas represivas descubiertas como meras protectoras de la sociedad de clases. A lo largo del proceso constituyente, fueron estos sectores, pequeño burgueses e intelectuales, quienes de manera protagónica condujeron y desarrollaron políticamente el sentido y las formas que adoptaba, por más que durante 2020 y 2021 se plegaran al mismo, con ciertos grados de expectativa, sectores populares de la clase trabajadora (e incluso, en porcentaje muy minoritario, ingresaran a la Convención misma). Una vez que se desplegaron las discusiones sobre el texto, su redacción sucesiva hasta su entrega, cada vez más una acotada y selecta pequeña burguesía e intelectualidad acaparaba el protagonismo de las definiciones, y cada vez menos las masas y los sectores populares de clase, lo cual explica que fueran desapareciendo los elementos de mayor antagonismo con el modelo en concreto (respecto de la relación capital-trabajo, del régimen de propiedad, de la materialidad de soluciones a problemas reales de alimentación, consumo, endeudamiento con la banca, vivienda, salud, jubilación, educación, etc.) y asumieran predominancia cuestiones fundamentalmente abstractas, simbólicas y declarativas, como lo del “Estado social y democrático de derecho”, los “derechos de la naturaleza”, el “Estado plurinacional” o la “inclusión” de sectores sociales marginados en el aire. Dicho rumbo, ciertamente, desafectó de forma brutal a los sectores populares respecto de lo que se estaba haciendo y prometiendo desde la Convención y, cada vez más, encantaba particularmente a quienes gozan de mayores comodidades materiales (literalmente, en los segmentos sociales más acomodados fue donde menos ventaja obtuvo el Rechazo, y en los más empobrecidos, donde más).   

No podemos cerrar sin hacer una referencia a la situación especial en el Wallmapu, distintiva histórica y políticamente de lo que ocurre en el territorio chileno. Desde luego, lo anterior da para una temática en sí misma y puede ser abordado desde múltiples aristas y perspectivas. En este instante, nos interesa mencionar y enfatizar que la franja autónoma y revolucionaria del Movimiento Mapuche, en la presente coyuntura de debacle constituyente, resulta fortalecida como opción estratégica plausible. Derrumbándose el planteamiento estratégico de la “Plurinacionalidad”, es decir, de un Estado de Chile dominante sobre un territorio único e indivisible, el cual incorporaría y establecería mecanismos de “reconocimiento” (estrictamente) formal sobre diversas naciones “integradas” (quiere decir, subordinadas) al Estado chileno, no tenemos dudas que la alternativa estratégica de la autonomía como pueblo soberano, la autodeterminación política, social y cultural, la autogestión productiva y la acción directa como medio para la recuperación territorial, ganará un impulso político y social considerable en lo inmediato y hacia adelante, profundizando la situación histórica de una crisis de dominación del Estado chileno y el capital en el Wallmapu y de avance sostenido de un movimiento revolucionario y autonómico mapuche.

Como una expresión de los sectores revolucionarios, no somos tributarios ni responsables de este camino de ilusiones constitucionales a lo largo de casi tres años. Nunca estuvimos allí, nunca compartimos la apuesta y siempre nos opusimos al proceso constituyente en su conjunto desde un punto de vista estratégico, desde el pacto burgués firmado con la sangre de luchadoras y luchadores, sobre los ojos mutilados y a merced de quienes permanecieron en prisión política, pasando por la elección de representantes convencionales y hasta llegar al momento de plebiscitar la propuesta de texto. Nuestro camino continúa estando en ser partícipes de las diversas luchas y momentos de desarrollo organizativo de los pueblos trabajadores, pujando al interior de los movimientos populares por el realce, el predominio, la legitimidad y validación de aquellas tendencias favorables a la autonomía de clase, la acción directa de masas, la autogestión organizativa ascendente para la resolución concreta de necesidades materiales, la movilización radical de los pueblos y el ejercicio de la violencia política, así como el desarrollo de relaciones sociales superadoras del régimen social capitalista, patriarcal y colonial, comunistas y comunizadoras, a través de prácticas sociales comunizadoras de la existencia misma, los territorios y los espacios de lucha.

Liberación, Septiembre de 2022

 

Frente a todos los rostros del poder burgués

¡A fortalecer y multiplicar el Movimiento Popular Autónomo!

 

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