Bruno Astarian
Francia, Agosto 2009
1. Inmediatez del comunismo
1.1. Definición y origen
No debemos confundir inmediatez con instantaneidad. Cuando decimos inmediatez del comunismo, estamos afirmando que la revolución proletaria ya no tiene como objetivo crear una sociedad de transición, sino instaurar directamente el comunismo. O sea: algo más complicado que la conquista del poder político, que hacer alianza con otras capas sociales, y que llevar a cabo una transición sobre ese terreno (extinción gradual del Estado, etc.).
La noción de inmediatez del comunismo no ha salido de la nada. Apareció con la crisis de los años 1960-1970, a partir de la impotencia política de la izquierda y de la incapacidad de los izquierdistas para comprender el rechazo al trabajo. Hoy, todas las tentativas programáticas parecen irrisorias. En cuanto al anti-trabajo, hoy vuelve a manifestarse con más fuerza que en los años 70 (en China, Bangladesh y hasta en los países industrializados).
1.2. La comunización como proceso
Comunización no significa que el comunismo será insaturado mediante un golpe de varita mágica. Será un proceso de lucha, con avances y retrocesos de la revolución. Lo que esto significa es que las acciones que emprendan los revolucionarios apuntarán a la abolición del trabajo y del valor, y de todo lo demás (familia, patria), aquí y ahora. Cuando la revolución ataque la propiedad capitalista, no lo hará para entregarle al proletariado esa propiedad que antes no poseía, sino para ponerle fin a toda forma de propiedad, en seguida. Es imposible describir ahora tal proceso en detalle. Sin embargo hay que tratar de precisarlo, para tener una idea mejor de hacia dónde vamos y para saber, llegado el momento, distinguir entre revolución y contrarrevolución.
2. Respuesta a la crisis y comunización
Cuando la crisis estalla, el proletariado se subleva porque la no compra de su fuerza de trabajo le excluye de las relaciones sociales y de todo vínculo con la naturaleza. Al sublevarse, los proletarios despliegan una respuesta a la crisis que en sí constituye la matriz de todo lo posible, y que es el único lugar de donde puede surgir el comunismo. Si bien la teoría no siempre definió al comunismo del mismo modo, todas las definiciones y estrategias han partido de lo que el proletariado hace al responder a la crisis. Ahora bien, sólo podemos hablar de respuesta a la crisis en el caso de un levantamiento generalizado del proletariado, y no en el caso de un conflicto aislado en una o algunas empresas, por “ejemplar” que ese conflicto sea.
La respuesta a la crisis descansa en dos elementos esenciales:la individualización/desmasificación del proletariado, y la expropiación de la propiedad capitalista para suplir las necesidades de la lucha –no para volver al trabajo sin patrones. Si la crisis abierta en ese momento se profundiza hasta el punto de provocar una insurrección proletaria de proporciones, reencontraremos una vez más estos dos elementos, marcados por los rasgos históricos de nuestra época. La desmasificación del proletariado será tanto más nítida por cuanto es un proceso que ya ha sido puesto en marcha por el capital post-fordista. Desear un regreso a los buenos días del obrero masa es un sueño contrarrevolucionario. En cuanto a la propiedad capitalista, ésta tiene dos características:
· Por una parte, nada se le escapa. El capital se ha apoderado de la vida entera al punto de que, haga lo que uno haga, siempre está en sus dominios. Cuando la crisis estalle, el proletariado no podrá hacer nada sin invadir la propiedad capitalista. Hasta una simple manifestación le obliga a ocupar el asfalto municipal. Hoy, se le deja hacer. Mañana eso mismo será ilegal. Toda acción del proletariado en su actividad de respuesta a la crisis le obliga a enfrentarse al capital para tomar posesión de una parte de la propiedad y dar así objetividad a su existencia, que no es sino la de un sujeto puro.[1] Y en la crisis actual el monopolio de la propiedad capitalista es tan total que hoy como nunca antes el proletariado no tiene ninguna posibilidad de repliegue. Está con la espalda contra la pared. El capital ha suprimido, por ejemplo, toda posibilidad de repliegue en el campo;
· Por otra parte, los bienes de propiedad capitalista están poderosamente marcados, en su valor de uso, por las necesidades de valorización. Por esta razón, la respuesta a la crisis buscará sobre todo destruir y desviar. No hay que descartar que el proletariado se apodere de una cadena de montaje, pero sí que la use para producir automóviles.
2.1. « Producción » sin productividad y abolición del valor
Es a partir de la respuesta a la crisis, y para salir de la crisis, que va tomando forma la comunización. La comunización no responde a un ideal o a una consigna política. Es la solución de las dificultades que el proletariado encuentra para reproducirse en el transcurso de su actividad de crisis. Se trata de una lucha contra el capital para asegurar su propia supervivencia, nada más.
Cuando las alternativas proletarias contrarrevolucionarias [como la autogestión] demuestren su ineficacia para salvar económicamente al proletariado, la comunización producirá el salto hacia la no-economía. La paradoja es que cuanto más profunda es la crisis e inmensas son las necesidades de los proletarios, más la solución consiste en dar la espalda al productivismo. La «producción» sin productividad no es una función productiva propiamente tal. Es una forma de socialización comunista de los hombres, donde la producción ocupa por cierto un lugar, pero sin estar sujeta a una medida de tiempo ni de ninguna otra especie (ingresos, número de hombres implicados, resultado productivo). Según la correcta fórmula de Thèorie Communiste, se trata de una “radical no contabilización, sin importar de qué se trate”.
Tratemos de ver las cosas en dos fases:
· Durante la fase de descenso a los infiernos de la crisis, la reproducción del proletariado queda asegurada principalmente por la recuperación indiscriminada de bienes. Incluso en una economía del tipo “justo a tiempo”, existen stocks en bodega. La respuesta a la crisis consistirá (entre otras cosas) en apoderarse de ellos. Ya en esta fase, podemos imaginar la divergencia entre una vía contrarrevolucionaria que pretenda contabilizar, reagrupar los bienes, coordinar su distribución, hacer respetar criterios de derechos y deberes, etc.; y una vía comunizadora, que rechace a la vez la economía del pillaje y la formación de entidades superiores de distribución, aun si son elegidas democráticamente, etc. Esta segunda vía insistirá en que la profundización local de la crisis, la gratuidad absoluta, valen más que la estabilidad de la nación;
· En la segunda fase, la de salida de la crisis propiamente tal, la producción proseguirá. El problema consiste entonces en saber cómo puede reanudarse la producción sin trabajo, sin productividad ni intercambios. El principio de « producción » sin productividad supone que la actividad de los hombres y sus relaciones son más importantes que el resultado productivo. La producción puede proseguir sobre esta base porque ya no hay más “otros(as)”. Para poder desarrollar esta producción sin productividad, hay que abolir el valor en sus dos formas:
o Valor de cambio: si no se contabiliza nada, si la actividad sólo se justifica por el producto que hace aparecer, entonces dicha actividad no tiene ningún contenido abstracto;
o Valor de uso: el valor de uso se distingue de la utilidad simple porque posee, además, un contenido abstracto. En el caso de la mercancía la utilidad debe ser general, o acorde al promedio, para que pueda satisfacer a un usuario desconocido, cuya necesidad particular se ignora (producción en serie, estandarizada). La producción sin productividad es una actividad particular de individuos particulares, realizada para satisfacer unas necesidades expresadas personalmente. El mismo uso de los objetos producidos lleva en sí la marca de esa particularidad. Es la anti-normalización. El carácter necesariamente local de la comunización contribuye a eso.
En la revolución comunista, el acto de producción no será nunca solamente un acto productivo. Si unos cuantos individuos deciden instalar una panadería, no lo harán para producir un número determinado de panes, sino para socializar, para cultivar sus afinidades produciendo pan.[2]
Además, el pan que produzcan estos proletarios no corresponderá a una categoría general, sino que será el pan particular que se les haya solicitado tal o cual día. Finalmente, puede que el aprovisionamiento de harina para nuestros panaderos corra el riesgo de ser aleatorio, por lo menos en un primer momento, si los proletarios que están en el molino siguen estos mismos principios. Ciertos días no habrá harina porque los que estaban en el molino prefirieron discutir sobre el amor y el sentido de la vida. ¿Qué eso sería el caos? Digamos simplemente que ese día no habrá pan. Hay que asumirlo. Otra alternativa es que alguien fije un plan, con cantidades y plazos, y que otros(as) lo acaten. En tal caso no sólo se restablecería el Valor. De hecho una experiencia proletaria de ese tipo no tiene ningún futuro: si funciona los proletarios perderán rápidamente sus derechos (restauración del trabajo asalariado bajo una forma u otra); si no funciona se verán devueltos al viejo cuadro de desempleo y salarios impagos. Es probable, en todo caso, que la solución comunizadora no se presente sino hasta que hayan sido jugadas una o varias partidas de ajedrez de este género.
De modo general, retengamos que la comunización reemplaza la circulación de bienes entre “productores asociados” por la circulación de individuos entre diversas actividades. Esto implica sobre todo que:
· Los “lugares de producción” no tendrán personal permanente, y producirán o no producirán según la motivación y el número de donaciones requeridas. La razón es que los “lugares de producción” serán ante todo lugares de encuentro y de vida;
· Por lo menos en un primer período, la comunización se hará localmente, no porque la lleven a cabo unos “comunautas autárquicos”, sino porque consistirá en iniciativas totalmente controladas por los participantes. La comunización será una nebulosa de iniciativas locales. Es, me parece, a este nivel local donde la comunización puede demostrar que mejora en seguida la vida de los proletarios. Y este aspecto es fundamental: los proletarios harán la revolución para vivir mejor, no por lealtad a un ideal. Ahora bien, al querer entrar demasiado en detalles, acabaríamos por trazar el esquema de una economía tan vinculante como la de una sociedad de transición. Pero al mismo tiempo, cómo no intentarlo (mostrando de paso la pobreza de nuestra imaginación) para hacer palpable que todas las soluciones aportadas por la revolución comunista tienen como principio el poner por delante la actividad y no su resultado; para decir que el “resultado” más importante de la actividad humana es ella misma. Los individuos circularán entre diversas actividades en función de sus afinidades, y cada etapa de esta circulación será un momento de su reproducción. Los productos circularán con estos individuos, pero sin intercambio. Los que hagan salchichas se irán luego a una cantina local sin preocuparse de obtener algo a cambio, ya que esas salchichas no les habrán costado nada, ni siquiera trabajo.
2.2. «Consumo» sin necesidad
El reino de la necesidad no es aquel donde las fuerzas productivas son insuficientes para asegurar una abundancia que no se sabe exactamente dónde comienza. El reino de la necesidad es aquel donde la existencia de la propiedad impone a los que no son propietarios la amenaza continua de dessocialización y de muerte. Esta es la causa de que hoy en día la gratuidad o los bajos precios provoquen reacciones de acaparamiento y de sobre-consumo. En el comunismo, este miedo a la escasez desaparecerá junto con la propiedad. Cada uno estará seguro de poder comer, gratuitamente, lo que otros(as) hayan aportado y lo que otros(as) hayan preparado. En estas condiciones, ¿por qué iba uno a querer sobre-consumir y acaparar alimentos en su despensa bajo el pretexto de que son gratuitos? Todo será gratuito y seguirá siéndolo. Porque todo será producido por personas para quienes, en cierto modo, las salchichas serán sólo el subproducto de unos días de discusión sobre el sentido de la vida.
La gratuidad es una noción difícil de manejar. Me parece que, para hablar del comunismo, es mejor entender la gratuidad en el sentido de los « gestos gratuitos » y no tanto en el sentido de los “productos gratuitos”. Por una parte, es obvio que las iniciativas comunizadoras impondrán la gratuidad dentro de su campo de acción. Pero por otra parte y sobre todo, esta gratuidad significa más que “precio = cero”, y no hay que figurársela como la gratuidad de unas mercancías que se pueden obtener sin dinero. Lo que está en juego aquí es la no-remuneración de la actividad de los comunizadores. Por otra parte, es obvio que los proletarios que se lancen a la comunización lo harán sólo después de haber intentado, en vano, obtener un salario o una retribución por su actividad. La gratuidad, en el comunismo, es la del ser para sí, en una actividad totalizante que rompe las separaciones, por ejemplo, entre «producción» y «consumo».
Producción sin productividad, consumo sin necesidad… son dos expresiones, en el vocabulario limitado de que disponemos, para señalar una misma actividad unificada y libre.
3. Revolución, contrarrevolución, represión
La comunización avanzará ampliando progresivamente el área de las expropiaciones. La propiedad, ciertamente, no se quedará de brazos cruzados. Echará mano a las variadas cuerdas que tensan su arco. La contrarrevolución no es únicamente militar.
3.1 Sutilezas de la contrarrevolución
Una parte de la oposición a la comunización vendrá de las filas del proletariado mismo. En una situación dada, es posible que la opción autogestionaria y la opción comunizadora se vean enfrentadas.
Por ejemplo, el cuidado de los niños durante la actividad de crisis dará lugar seguramente a tentativas de autogestión de las escuelas. Frente a ello, una corriente comunizadora propondrá la abolición pura y simple de las escuelas – mientras que por otra parte, probablemente, los alumnos se encargarán de expresar su opinión directa y violentamente (como en Grecia).
Evidentemente, la abolición de las escuelas plantea de inmediato un montón de preguntas acuciantes: ¿Quién va a ocuparse de los niños? ¿Qué van a aprender? ¿Necesitan de establecimientos dedicados a ellos? ¿No es mejor que se instruyan jugando en las alamedas de la revolución?
Como todo problema de la revolución, éste existirá sólo locamente para los habitantes del barrio (¡nada de ministro de educación!). La solución que se lleve a cabo localmente, más o menos buena, no exigirá proezas de productividad (nada de construir escuelas, nada de formar profesores, nada de redactar programas), y se irá ajustando en función de cómo evolucione la situación. El éxito o el fracaso de tal iniciativa no se juzgará por su precisión teórica, sino por su capacidad o no de mejorar la vida de los proletarios (padres y niños) que la emprendan.
A pesar de nuestra dificultad para imaginarnos una vida sin trabajo ni valor, el análisis (y ciertas experiencias de respuesta a las crisis) nos permite afirmar que una vez que la crisis alcance cierto grado de desarrollo, la solución comunizadora será más apta para mejorar la vida que cualquier fórmula autogestionaria.
Y lo que se ha dicho aquí sobre la escuela, vale para todas las instituciones actuales.
3.2. Rehusar toda militarización
Si tal movimiento local se extiende como una mancha de aceite, si la autogestión no basta para impedirlo, se hará sentir, evidentemente, la más violenta represión. La historia nos muestra que la propiedad no retrocede ante ninguna masacre. Sin embargo creo que sería una grave incomprensión de los triunfos específicos del proletariado predicar la militarización, aunque sea « revolucionaria », del movimiento. No hay un solo ejemplo en la historia donde la militarización, hasta la más flexible y democrática, no haya abierto de par en par las puertas a la contrarrevolución. No es posible entrar aquí en detalles, pero podemos a pesar de todo indicar que, si la crisis alcanza una intensidad tal que haga avanzar la comunización, la propia burguesía se verá afectada y, por más mimado que esté, su personal represivo no será inmune a la crisis. No es que la policía vaya a sucumbir moralmente frente a la fuerza del ideal revolucionario, pero sí se verá empujada a amotinarse por razones muy materiales (como en África del Sur). Desde luego, el rechazo de cualquier atisbo de militarización no implica en absoluto un rechazo de la violencia en general.
Conclusión
La abolición del valor, la destrucción del capital y la auto-supresión del proletariado aparecen como momentos misteriosos o místicos sólo si se los contempla a la luz de un proceso insurreccional como el del antiguo movimiento obrero, que afirmaba la identidad “trabajadora” de la clase obrera y que se fijaba como meta llevar al proletariado (en realidad a sus representantes) al poder político. Hasta ahora los comunistas habían chocado con estos problemas sin poder resolverlos, y no habían encontrado otra solución que esgrimir la “sociedad de transición” con tal de esquivar el bulto. La sociedad de transición es una ilusión, lo mismo que la gradual extinción del Estado.
Desde la crisis de los años 60-70, el proceso mismo que enfrenta a las clases sociales ha empezado a clarificarnos este problema. La reciente evolución de las relaciones entre clases nos ha ayudado a comprender incluso mejor que el propio Marx la naturaleza más profunda de la sociedad capitalista, del valor, del trabajo, y por lo tanto de su abolición. Esto nos permite prever desde un punto de vista más próximo lo que será el comunismo y el proceso revolucionario de comunización que lo creará.
Cuanto más profunda se haga la crisis, más habremos avanzado en esta dirección.
Notas:
[1] La expropiación tiene lugar como interacción entre individuos del proletariado. Ya no hay más automatismos de las relaciones de clase. Si el proletariado es forzado a sublevarse, harán falta, a pesar de todo, individuos para sacar los primeros ladrillos, para romper los primeros escaparates. Es decir, la actividad de crisis gana un grado de libertad en relación con la prosperidad. Todavía no es el reino de la libertad, pero sí es el grado que le da a los insurrectos el sentimiento de que todo es posible.
[2] Hicimos observar que, en la intensificación del desempleo en Argentina, algunos piqueteros tenían más o menos este discurso. Ver: Bruno Astarian, El Movimiento de los piqueteros, Argentina 1994-2006, en Echanges et Mouvement, mayo de 2007, especialmente las páginas 37 y 52.